Por
mobbing, aludimos al acoso psicológico, sistemático y continuado, sufrido por
un trabajador en el propio ámbito laboral.
El
mobbing es ejercido por el acosador sobre un compañero (víctima), que valiéndose
de técnicas perversas y despiadadas consigue la devastación psicológica, y la
destrucción moral y laboral de la víctima, logrando así el objetivo primordial
que persigue el mobbing: la exclusión de la víctima.
Técnicas
como incomunicar o cortocircuitar las relaciones del acosado con los compañeros, relegarle a un puesto inferior, asignarle tareas de escasa
responsabilidad, desacreditar su valía o minusvalorar sus logros, llegan a
crear a su alrededor un halo de descrédito y degradación que logra minar y
quebrar a la víctima generándole un enorme desgaste psicológico y físico.
La
víctima suele ser un trabajador valioso, que por sus cualidades, conocimientos
y popularidad puede ser visto como una amenaza para el acosador, esas
cualidades suscitan la envidia del acosador y la animadversión hacia la víctima,
que por ende le lleva a considerarle como rival y obstáculo para su promoción
personal.
El
acosador, por su parte, suele ser una persona cobarde, resentida, acomplejada,
y por lo general mediocre en su trabajo, aunque a veces con puestos relevantes,
conseguidos por sus grandes dotes de manipulación, sentido grandioso de sus
meritos, y laxa moral.
Los
efectos del mobbing sobre la víctima son, generalmente, demoledores. El acoso
sistemático y continuado acaba minando la moral de la víctima, que termina por
creerse responsable de la situación en la que se encuentra, destruyendo sus
esquemas de afrontamiento y menoscabando su autoestima. Ante tal devastación
psicológica, en la víctima aparecen graves alteraciones psicofísicas:
depresión, somatización, ataques de pánico insomnio, irritabilidad e ideas
suicidas.
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