MITOMANÍA

   Etimológicamente la palabra mitomanía proviene del griego, mythos (mentira) y manía (compulsión).

  La mitomanía es una tendencia constitucional a la alteración de la verdad, a la invención, a la mentira, a la creación de fábulas imaginarias y a disfrazar la realidad.

   Esta tendencia patológica, más o menos voluntaria y consciente, no consiste solamente en la acción de fabular o de mentir, es además una verdadera constitución, un tipo de desequilibrio que lleva a ciertas personas a utilizar de forma compulsiva la invención de narraciones ficticias, aunque plausibles y verosímiles, ya que el mitómano suele ser una persona convincente y manipuladora, y a elucubrar descripciones de sí mismo, situándose, generalmente, en una posición privilegiada.


   La mitomanía es propia de personas débiles, inseguras, frívolas, inmaduras, irresponsables, con importantes carencias afectivas, baja autoestima y una gran insatisfacción personal.

   La mitomanía mitiga, en cierta manera, el sufrimiento emocional que conlleva el no aceptarse a sí mismo y no aceptar la realidad.

   El mitómano enmascara el no aceptarse a sí mismo tras aires pretenciosos y arrogantes, que le llevan a construir compulsivamente una mejor imagen de sí mismo frente a la sociedad, magnificándola y engrandeciéndola, es lo que conocemos como delirio de grandeza, llegando, incluso, a creer su propia historia; el mitómano suele utilizar, además, un lenguaje rimbombante y estrambótico, su escaso sentido del ridículo queda eclipsado por la imperiosa necesidad de ser aceptado, admirado y tenido en cuenta.

   El mitómano no acepta la realidad que le ha tocado vivir, ante la falta de recursos para adaptarse al entorno y a las circunstancias, inventa y modifica su realidad para hacerla más soportable e idílica, imagina cosas que no suceden realmente, proyecta un mundo irreal y virtual más atractivo y llevadero, utilizando  la argucia y la seducción para conseguir lo que quiere y demostrar a los demás que lo que dice y hace, es cierto.

   La mentira conlleva un rechazo social, circunstancia que el mitómano obvia al no valorar las consecuencias de su conducta, dada su frivolidad e irresponsabilidad, para él todos los medios son válidos para permutar la realidad y ajustarla a sus delirantes deseos.

   La mitomanía tiene nefastas consecuencias, tanto para el mitómano como para los demás, sobre todo cuando éste ostenta una parcela de poder. A nivel personal, el mitómano acaba perdiendo la confianza de las personas que le rodean, aislado y rechazado en su entorno más cercano, afectando las consecuencias de su conducta a todas las facetas de su vida, familiar, social y laboral.

   Pero si dolorosas son las consecuencias para el mitómano, más perniciosas y desastrosas son para aquellos que por orden jerárquico dependen de sus decisiones, anclado en un mundo irreal, ajeno a las necesidades innegables y realistas, no desistirá en defender de modo enfático y grandilocuente su utópica realidad.
   

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