Madre Isabel Larrañaga |
El término altruismo alude a los
sentimientos de preocupación que una persona tiene por los demás, así como a
los comportamientos de dedicación y entrega hacia ellos, a pesar de que esos
comportamientos conlleven renuncias, sacrificios, esfuerzos o quebranto de su propio bienestar.
La persona altruista llega a
elaborar principios de valor universal que están más allá del propio interés
individual, y es en esos principios donde encuentra razones para su conducta
altruista en bien de la comunidad.
Entre los principales motivadores
de la conducta altruista destaca la empatía,
se trata de una respuesta afectiva congruente con el estado emocional de los
demás que predispone a la ayuda, importantes también son las normas morales, efectivos reguladores
de la conducta, y que inducen igualmente a la conducta altruista, normas tales
como reciprocidad, justicia y responsabilidad social, consolidan tendencias altruistas, de hecho se
constata que la relación entre juicio moral y conducta es estrecha: a juicio
moral más evolucionado, mayor probabilidad de conducta altruista.
Pero el que una persona realice
esfuerzos o sacrificios en bien de la comunidad depende en gran medida de su
personalidad. La persona altruista pertenece al tipo de personalidad descrito
como social, es decir, personalidad orientada a pensar y
responsabilizarse en el bienestar de los demás, esta personalidad queda conformada por
componentes-valores de ayuda, igualdad, atribución de responsabilidad, desarrollo
moral, responsabilidad social y empatía disposicional, concepto positivo de los demás, y autopercepción positiva, en oposición a
valores de egolatría, individualismo, comodidad, ambición o egoísmo, ya que la
finalidad de la persona altruista es la entrega y el amor a los demás.
El altruismo es, por tanto, un
rasgo de la personalidad que se adquiere y modela paulatinamente a lo largo del
proceso de madurez de la personalidad, constituyendo un importante factor de
equilibrio psicológico.
El estilo de socialización
constituye otro factor importante en el desarrollo de la conducta altruista.
El
refuerzo social de conductas
prosociales, por parte de los padres y
educadores, se relaciona con una mayor tendencia a ayudar a los demás.
Utilizar
técnicas inductivas en la educación,
explicando al niño las razones por las que determinadas conductas están mal,
resaltando las implicaciones y efectos dolorosos de la conducta del niño en
otras personas, consiguen una mejor internalización de la moral y se relacionan
de forma positiva y clara con conductas
prosociales y altruistas, ya que desarrollan la capacidad para ponerse en el
lugar el otro, fomentan la empatía y favorecen sentimientos de pesar ante el
dolor ajeno provocado por uno mismo.
Asignar
responsabilidades (de acuerdo a la edad y habilidades del niño) desarrolla
la capacidad de autoatribución de responsabilidad al generar sentimientos de
competencia y promover mayor capacidad empática y un concepto de sí mismo como persona
altruista.
El altruismo significa volcarse
al exterior, a los problemas e intereses de los demás, para olvidarse de los
propios en beneficio de aquellos.
Paradigma de una persona altruista es la Madre Isabel Larrañaga, Fundadora de las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, la lectura del libro “CARIDAD DE MADRE” de Alberto Barrios Moneo, Claretiano, y que me regaló la Hermana Cid, ha forzado este artículo como agradecimiento y reconocimiento a su inmensa labor.
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