ESTILOS DE SOCIALIZACIÓN - Estilo Autoritario


ESTILO AUTORITARIO

   En el Estilo de educación autoritario las pautas de socialización practicadas por los padres giran en torno a las dimensiones de baja aceptación/implicación y alta coerción/imposición.

   Los padres autoritarios se caracterizan por una baja implicación afectiva, definida por una acusada ausencia de expresiones de afecto, gran indiferencia a las demandas de apoyo y atención  de los hijos y una escasa sensibilidad por sus necesidades.

    La comunicación de estos padres con sus hijos es unilateral y autoritaria con tendencia  a utilizar mensajes afectivamente reprobatorios y críticos.

  El estilo autoritario se caracteriza, igualmente, por una alta coerción/imposición, los padres autoritarios intentan modelar y controlar la conducta y actitudes de sus hijos, de acuerdo a una serie de normas absolutas y dogmáticas; estos padres acostumbran a emitir órdenes sin ofrecer razones y suelen ser muy reticentes a modificar su posición ante los argumentos de los hijos. Utilizan escasamente el refuerzo positivo, mostrándose indiferentes ante las conductas adecuadas de los hijos.

    Los padres autoritarios tratan por todos los medios de inculcar en sus hijos valores tradicionales como el respeto a la autoridad, disciplina, amor por el trabajo y respeto por la preservación del orden y la estructura tradicional, valores encomiables todos ellos, pero inculcados de forma errónea y nefasta, ya que para ello favorecen medidas punitivas y de fuerza para doblegar la voluntad de los hijos, cuando su conducta entra en conflicto con las normas dictadas. Los padres autoritarios rechazan el diálogo, en la férrea creencia de que los hijos deben aceptar solamente sus órdenes.


   EFECTOS EN LOS HIJOS:  La alta coerción/imposición agudizada por la baja implicación/aceptación tiene efectos muy negativos en los hijos de padres autoritarios. Un alto porcentaje de estos niños suelen albergar cierto resentimiento hacia sus padres  y un autoconcepto familiar muy negativo.

   Un ambiente opresor e intolerante dificulta enormemente que los niños internalicen las normas y comportamientos sociales. El alto grado de coerción/imposición y el bajo grado de aceptación/implicación genera un clima familiar en el que los niños aceptan la norma por la fuerza de la autoridad, no de la razón. El despotismo impone una obediencia ciega, impregnada de miedo  y amenaza y no de razón y afecto.  

   Es habitual que estos niños, ante la ausencia de sus padres,  tengan un comportamiento completamente opuesto al que tienen ante su presencia ya que asumen la norma como impuesta desde fuera por la figura de autoridad.

   Estos niños aprenden  a obedecer a fuentes de autoridad y poder más que de razón.

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