La socialización es el proceso mediante
el cual se transmite la cultura de una generación a la siguiente, el principal
agente socializador es la familia, siendo ésta una parte integrada en el
proceso más amplio y complejo que tiene lugar en la sociedad a la que el individuo pertenece.
Es en el seno familiar donde a través de un entramado y complejo proceso de
interacciones, el niño va asimilando una serie de conocimientos, normas, valores,
costumbres, actitudes, conductas, necesidades, sentimientos, etc. que configurarán su modo de adaptarse al entorno, durante toda
la vida.
La socialización del niño
persigue tres objetivos básicos, y de vital importancia, tanto para el niño
socializado como para la sociedad a la que pertenece.
El primer objetivo es el control de impulsos incluyendo el desarrollo
de una conciencia. El control de impulsos y la capacidad para
autorregularse se establece en la infancia, es en este periodo cuando los niños
tienen que aprender a controlar sus impulsos y dilatar la gratificación de
algún modo, encauzando esos impulsos y apetencias de acuerdo a las normas
sociales. El bajo autocontrol originará problemas en la adolescencia y más
tarde en la vida adulta.
El segundo objetivo de la
socialización es la preparación del niño
para la ejecución de roles. El proceso de aprender y ejecutar roles
sociales tiene numerosos aspectos, y continúa durante toda la vida. Para los
niños significa el aprendizaje de roles en la familia, roles en el juego, en el
colegio, con los iguales.
El tercer objetivo de la
socialización es el desarrollo de fuentes
de significado, es decir, todo aquello que es importante, lo que tiene que
ser valorado, por qué y para qué se tiene que vivir. Fuentes comunes de
significado en varias culturas incluyen las relaciones familiares, los vínculos
a grupos comunitarios y el logro individual. En las fuentes de significado se
incluyen no sólo las normas sociales, sino también su interiorización. El
desarrollo de fuentes de significado es imprescindible para dar sentido a la
vida.
Por tanto la socialización tiene
una función netamente social al ser un proceso de inmersión cultural que en
gran medida determina la futura forma de actuar del individuo en sociedad, ya
que en ese proceso de socialización el niño aprende las limitaciones y
oportunidades que le brindará la vida en la comunidad, aprende a controlar sus
impulsos, aprende roles que le permitirá expresarse con respeto y consideración
hacia los demás, aprende a encontrar y desarrollar fuentes de significado que darán
rumbo a su vida, fortaleza a su espíritu y sentido a su existencia.
Del éxito de este proceso
dependerá, no sólo la adaptación del niño a su entorno, sino también la
contribución de éste a la sociedad como sujeto válido y beneficioso.
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