TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN

  

 Una sociedad consumista y derrochadora suele establecer escasos límites a los deseos y apetencias de los niños, satisfaciendo con prodigalidad sus más nimios caprichos, de este modo los niños crecen inmersos en esa tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes no siempre necesarios.

   Esa tendencia consumista suele generar niños exigentes, antojadizos y caprichosos, con escasa tolerancia a la frustración. Acceder y satisfacer permanentemente los deseos de un niño obstaculiza y dificulta que experimente pequeñas frustraciones que le den la oportunidad de enfrentarse a ellas  y aprender a tolerarlas y así forjar un ánimo aguerrido y diestro, que no se  amedranta ante las dificultades.

   Todos nosotros experimentamos frustraciones, esa sensación de desagrado que tenemos cuando ocurren cosas contrarias a nuestros deseos, cuando las cosas no son como deseamos, cuando no aceptamos lo que nos sucede, cuando fracasamos, cuando esperamos alcanzar algo y no lo conseguimos, cuando esperamos que nos concedan algo y no nos lo dan ..., todas las personas experimentan frustración, pero no todas las personas reaccionan igual ante ella. Algunas personas, ante un fracaso, una frustración quedan hundidas, angustiadas pensando en sus desgracias, lamentándose y adoptando el papel de víctima; otras en cambio reaccionan de modo más positivo, aceptando la situación y tratando de buscar una nueva solución.

   Adquirir tolerancia a la frustración requiere experimentar contratiempos, desilusiones, fracasos, algún que otro tropiezo y aprender de la experiencia.

   Porque tolerar la frustración supone lograr soportar las dificultades, evitando angustiarse en exceso; aceptar la realidad como es, no fantaseando en cómo quisiéramos que fuera;  aceptar las cosas que nos ocurren, sabiendo que no siempre se pueden cumplir nuestros deseos; asumir la responsabilidad, evitando culpar a los demás o esperando que ellos solucionen el problema.

   Por ello, ante cualquier dificultad hay que buscar el lado bueno de lo que ha pasado,  analizar lo ocurrido y tratar de encontrar nuevas soluciones si las hubiere, o aceptándolo sin más cuando no hay solución posible, sin atormentarse y lamentarse inútilmente, evitando, en todo caso, culpar a otros de nuestros problemas; y siempre dándonos ánimos para seguir adelante, conscientes de que son muchas más las cosas buenas que nos suceden, los logros alcanzados, las superaciones conseguidas, que las dificultades o escollos que encontramos en el día a día.

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