Europa, en general, y España, en particular, se hallan inmersas en una, ya manida, crisis económica, tras la cual subyace una crisis moral, ética, institucional y social de mucho más calado y trascendencia que la económica, indicios preliminares de la decadencia, declive y destrucción de una sociedad.
La llegada a las instituciones de individuos mediocres y vulgares, que anteponen sus intereses personales y partidistas a los intereses del país y de los ciudadanos, ha degradado las instituciones, estableciendo una casta política que se arroga prerrogativas excepcionales que niegan a los ciudadanos. Casta política admitida por los individuos que la soportan, cuando transigen y consienten sus conductas ilícitas, corruptas e injustas.
¿Cómo nos atañe esta realidad?
El hombre es un ser social por naturaleza, su incapacidad para cubrir necesidades básicas, tanto de índole económico, como afectivo, le obliga a agruparse y relacionarse con sus semejantes e integrarse en una estructura estatal que cubra esas necesidades. Circunstancia que marca el hecho político.
Aristóteles, al igual que Platón, parte de una idea ética básica del Estado:"el fin último del Estado es servir al hombre para que este logre la máxima felicidad".
Otros autores, en cambio, al cuestionarse el hecho político, elaboran una dramática conclusión: "El Estado no solo no favorece la felicidad del hombre, sino que, con frecuencia es el motivo último de su felicidad".
REFLEXIONES:
En un sistema democrático, los ciudadanos eligen a sus representantes, éstos, pues, son imagen y personificación de la sociedad a la que pertenecen. Una sociedad en la que impere un profundo sentido de identidad, guiada por principios y valores universales de justicia, honor y libertad, elegirá ciudadanos íntegros, honestos, dignos de representar el funcionamiento y la lógica de las instituciones o de los partidos. Su fin será servir al ciudadano.
Por el contrario, una sociedad corrompida y envilecida, en la que todo vale, sufrirá el desgobierno de ciudadanos advenedizos, ineptos e incompetentes, ocupados en sus propios intereses mientras que el país va a la deriva, que utilizarán todos los recursos institucionales para mantenerse en el poder, elaborando leyes absurdas, afines con su necedad e ignorancia, con las que tratan de someter, doblegar e intimidar a los ciudadanos, y tras las que enmascaran el diseño de individuos más dóciles, sumisos y manejables a la manipulación de los aparatos del poder.
La Psicología Política en sus estudios sobre las conductas y elaboraciones psíquicas de los individuos en su relación con la política, ha constatado que la emoción, el prejuicio y el azar prevalecen sobre la reflexión, el estudio y la argumentación de los hechos a la hora de elegir a sus representantes.
Los medios de comunicación y la propaganda se ocupan de reforzar y codificar esa irracionalidad, ensalzando la connotación en decremento del análisis, y convirtiendo la seducción en un móvil, procedimiento que inhabilita al ciudadano actor, aquel que vota, debate, se manifiesta o se rebela, sustituyéndolo por un mero ciudadano receptor, más vulnerable a la manipulación y sometimiento de los otros.
La propaganda refuerza la irracionalidad mediante la creación de mitos, el arma más potente en la manipulación psicológica. El mito entremezcla información y afectividad. Conceptos abstractos, tales como libertad, justicia, paz, progreso, democracia, etc. quedan saturados de una carga afectiva que suscita emociones sin argumentos, permitiendo insinuaciones, contrasentidos, eufemismos e incoherencias, engendrando una distorsión de la realidad, que es mantenida por un colectivo de personas, a la vez que genera efectos sobre su conducta. El mito permite así un ahorro de palabras y contradicciones en la comunicación de algo, anulando la lógica, la sensatez y la reflexión sobre lo comunicado, simplemente se acepta como una verdad última, que escapa a toda crítica o cuestionamiento.
La propaganda, mediante el mito, consigue su objetivo: seducir y arrastrar al ciudadano inseguro y timorato a ser parte integrante de una masa social anodina, banal y pueril al servicio de los intereses del político de turno.
Es hora de tomar conciencia y cuestionar el hecho político, adoptando una postura crítica frente al Estado, reflexionando sobre la responsabilidad en la elección que todo ciudadano tiene sobre los gobernantes que dirigen un país, y en virtud del derecho adquirido en un sistema democrático, elegir a los representantes sobre la base de la reflexión, el estudio y la argumentación frente al prejuicio y la emoción, única forma de lograr ser ciudadanos libres, inmunizados ante la propaganda de los aparatos del poder y los medios de comunicación.
Totalmente de acuerdo con lo que yo pienso.
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