INMADUREZ


  INMADUREZ


   La estructura de la personalidad se perfila paulatinamente durante la infancia y adolescencia, adquiriendo cierta solidez en la etapa adulta.

  No todas las personas maduran a la misma edad, existen notables diferencias, hay adolescentes que se comportan como niños, y adultos que se comportan como adolescentes. Cuando se da esa falta de sincronía entre la edad cronológica y la edad psicológica, hablamos de inmadurez o personalidad inmadura.

   Las personas inmaduras se caracterizan por tener un conocimiento erróneo y superficial de sí mismos y una falta de coherencia en sus objetivos, como consecuencia de una frágil identidad personal y carencia de proyectos de vida, formulados adecuadamente.

   Suelen ser personas emocionalmente inestables, con tendencia a los altibajos de humor ante el motivo más insignificante, o el comentario más trivial de otra persona; frecuentemente  tienen escasa tolerancia a la frustración, derrumbándose ante cualquier contratiempo o adversidad;  acostumbran a tener reacciones impulsivas, e incluso agresivas ante una negativa o cuando no consiguen lo que desean; sus relaciones interpersonales suelen ser conflictivas por su incapacidad para dar y recibir amor de forma sincera y establecer lazos afectivos honestos y leales.

   Otro rasgo destacado en personas inmaduras se observa en la intolerancia e inflexibilidad que muestran ante criterios e ideas ajenas, notorio también es la falta de constancia, fruto de la falta de planteamientos y objetivos serios en la vida; en la persona inmadura rige el imperio del presente, sacar el máximo partido al momento sin tener en cuenta las consecuencias que pueden derivar para el futuro, se trata de vivir intensamente el momento ya que la sensualidad se configura como la principal fuente de autoafirmación de una personalidad desorganizada; frecuentemente, la persona inmadura orienta su comportamiento de acuerdo a impulsos o apetencias; destaca igualmente, la falta de responsabilidad y de fuerza de voluntad, así como una enorme dificultad para aceptar la realidad de la vida, aceptarse a sí mismo y a los demás, con cierta tendencia a evadirse de la realidad, elucubrando un mundo de fantasía que les aparta de objetivos vitales más reales.

   Resultado de todo ello, es una trágica  falta de independencia, de autonomía que dificulta que la persona pueda lograr desenvolverse en la vida por si misma de forma adecuada, asumiendo las responsabilidades propias de un adulto.

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