Te has preguntado ¿por qué, a veces, la tristeza se cuela en tu vida? y ¿por qué en algunas personas la tristeza se instala de modo permanente e inamovible?
Por lo general tendemos a buscar una respuesta a nuestra tristeza y solemos atribuirla a algún acontecimiento desagradable o molesto, como una contrariedad, una decepción o algún otro percance, o tal vez a que algo no ha salido como queríamos o deseábamos.
Verdaderamente, a lo largo de la vida, a todo el mundo le pasan cosas desagradables y molestas, experimentamos desengaños, decepciones, desilusiones, frustraciones, etc... pero... si todos padecemos y sufrimos esas situaciones ¿por qué hay personas tristes, angustiadas, apesadumbradas y amargadas y otras personas alegres, optimistas y felices?
Efectivamente... a todo el mundo le pasan cosas desagradables... añadiremos: pero también cosas agradables, maravillosas, divertidas. A partir de esta evidencia se puede establecer la diferencia, reflexionar sobre ello y extraer conclusiones que nos ayuden a combatir la tristeza.
Las personas tristes y afligidas suelen pasar más tiempo pensando en las cosas desagradables que les suceden, obviando y desestimando las agradables, son personas que acostumbran a compararse con los demás concluyendo que todo lo malo les pasa a ellas, son frecuentes y continuas las quejas y lamentos ante los problemas y dificultades, obsesionadas en objetivos imposibles de tener o conseguir, que pasan el día afligiéndose por su mala suerte, sintiéndose profundamente desgraciadas e infelices.
Esta actitud nefasta y perniciosa suele arrastrar a las personas negativas hacia una espiral destructiva, haciendo del sufrimiento, la queja y el lamento su modo de comunicación, y medio para obtener la compasión de los demás, modo de alivio (y paradójicamente refuerzo) para su amargura; ancladas en su desgracia no aprecian ni disfrutan todo lo bueno que poseen, por lo que difícilmente llegarán a encontrar y saborear la felicidad.
El único modo de experimentar momentos de felicidad conlleva: valorar, apreciar y agradecer todo aquello que tenemos, el amor, la amistad, la salud... miles de cosas que acostumbrados a tenerlas les restamos valor. La felicidad conlleva ser capaces de tolerar las contrariedades, las frustraciones y los problemas, intentando buscar nuevas salidas, creyendo en nuestra capacidad, animándonos a seguir adelante. La felicidad conlleva saber renunciar a deseos, situaciones o cosas imposibles de conseguir, reorganizando objetivos que estén a nuestro alcance y que únicamente dependan de nuestro trabajo y esfuerzo.
LA FELICIDAD NO ESTÁ EN EL EXTERIOR,
SINO EN NUESTRO INTERIOR
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